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¿Y si me caigo? Oh, cariño, pero, ¿y si vuelas?

Hace poco tuve una crisis existencial psico-fisolófica donde me cuestioné todo. Empecé a dudar de quién soy, qué me gusta, qué quiero en un futuro, por qué, cómo es mi personalidad, qué es mi verdadero yo, cuáles son mis aficiones, cuáles son mis sueños y objetivos en la vida. 





No, no tengo cuarenta años ni sufro una crisis de la edad. Más bien estaba sufriendo una "crisis terapéutica", por definirlo de alguna manera. Llegó un punto en el que no sabía quién era mi trastorno y quién era yo. ¿Me gustaba hacer las cosas perfectas o las hacía así por mi trastorno? ¿Soy responsable o no puedo optar a otra cosa por el mismo motivo? ¿Soy altruista o mi TOC me obliga a serlo? 




Tras muchos mensajes a mi psicóloga, noches pensativas y horas tumbada en el césped buscando la respuesta entre las nubes algo hizo clic en mi cabeza. Tenía todas las piezas del puzzle entre mis manos, pero no sabía cómo encajarlas hasta ese momento. Ese momento puede ocurrir en cualquier sitio y a cualquier hora, en mi caso fue al salir de mis clases de interpretación. Me di cuenta de una cosa muy importante gracias al conjunto de factores y hechos previamente mencionados. Estaba formulando mal las preguntas, no es "quién soy yo y quién es mi trastorno", porque el trastorno no es una persona, es una cosa. No es un quién, es un qué. 




Yo no soy mi trastorno. Mi trastorno es algo que ha nacido conmigo, lo quiera o no, y es algo que voy a tener que aceptar siempre. Al igual que he nacido con ojos, manos, pies y boca y no soy nada de eso, tengo TOC pero no soy TOC. Aquí es donde interviene mi querida y adorada psicóloga Alicia, ¿qué hace que algo se convierta en patológico? La frecuencia y la intensidad con la que lo hacemos. Y ahí me di cuenta, de que, entonces, a mí me gustaba ayudar a la gente, y no me gusta ser mala persona, por eso mi TOC me susurra al oído "no es suficiente, tienes que darle más, ayuda más o serás mala persona" forzándome a ayudar a la gente más de lo que quisiera o de lo que puedo permitirme. Pero el TOC es sólo mi niña chica miedica que no quiere que nos pase nada malo, por lo que insiste y requeteinsiste para que no ocurra nada de lo que no queremos ser o hacer. 


¡Ja! Pero querido TOC, no te olvides de que yo soy el lobo, y tú, tú no eres nadie, porque solo eres un trastorno que tengo, y al igual que no permito que mis ojos tomen decisiones por mí, no voy a dejar que tú lo hagas. Ya lo comprendí, ya no puedes hacerme dudar de quién soy, qué me gusta o qué quiero. Porque todo soy yo, nunca has sido tú. Tú sólo has potenciado que haga aquello, qué sea eso o qué me guste algo amenazándome con que, si no lo hacía, me convertiría en lo que temo y no quiero ser. Me has estado obligando a ser, querer y hacer más de lo que he querido, con mayor intensidad y frecuencia de la que me gustaría. Pero ya se ha acabado, te voy a parar los pies, porque ya he cogido todas las piezas y estoy eliminando aquello que me impedía encajarlas: el miedo. 




Para personas como yo, que no conciben una vida sin TOC porque no recuerdan vivir sin él, que han permitido que tome el control de las riendas de su vida, es imposible imaginarnos un mundo sin él. No tenemos un antes con el que comparar como sería nuestra vida, no sabemos qué es eso de vivir sin miedo, sin ansiedad, sin pensamientos intrusivos dictándote qué hacer, cuándo, cómo y por qué. Para nosotros, cuando nos dan todas las piezas, nos da miedo terminar el puzzle porque nunca lo hemos visto completo. No sabemos qué imagen se formará. Y eso nos da miedo, porque los cambios siempre producen esa sensación amarga, y más a nosotros, que no soportamos la incertidumbre. 




Así que sí, me gusta ser perfeccionista, responsable, aplicada, altruista y todos aquellos adjetivos con los que me sienta identificada. Lo único que va a cambiar es que ahora, yo, y nada más, va a coger las riendas de mi vida y decidir lo que quiero. Y creéme, querido TOC, por muy rebelde que se ponga el caballo, pienso galoparme el mundo, así que ve acostumbrándote. 






Gracias. Gracias a mi familia y amigos que me apoyan incondicionalmente; a mi psicóloga, que está convirtiendo en flor a la que creía ser un monstruo; a mi trastorno, y a todas las dificultades y adversidades que la vida me ha presentado, porque ya se sabe, lo que no te mata te hace más fuerte. Y aquí estoy. Y sobre todo, gracias a ese momento tras salir de mis clases de interpretación donde pensé "¿voy a permitir otra vez que por culpa de tener TOC no pueda dedicarme a lo que me gusta?" Ya os lo digo yo:





No digo que vaya a ser fácil, digo que lo voy a hacer. Porque estoy segura de que intentarlo no me va a matar, sólo me va a hacer más fuerte hasta llegar a mi meta: completar el puzzle que tengo entre mis manos. Da igual cuántas piezas se pierdan y tenga que buscar, da igual cuántas se rompan y tenga que volver a crear. Da igual. Porque voy a completar este puzzle cueste lo que cueste, y una vez que esté terminado ya veré qué hago con él. Y si no me gusta lo cambio, lo tiro o lo cuelgo de una pared. Pero lo importante es acabarlo para terminar de completarnos y tener tiempo para descubrir lo que realmente queremos, sin miedos. Como siempre digo: 

Porque más vale tener cicatriz por valiente, que piel intacta por cobarde. Así que vive. 





Pd: No me gusta mucho como ha quedado esta publicación, porque no consigo comunicar con claridad el mensaje, pero necesitaba dejarlo plasmado, y bueno, aquí está. 

Comentarios

  1. Pues a mi me ha quedado claro. Has descubierto el talón de aquiles y que no será fácil, pero la victoria es tuya.

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  2. Queda como no podría ser de otra forma en tí: comunicador, clarísimo, comprometido. Con acciones así cabalgarás cualquier bravío corcel.
    Siempre valiente y hacia adelante, es la forma de llegar a metas difíciles y superarlas.
    Además de un excelente autopsicoanálisis has conseguido expresarlo inequívocamente y con dominio cervantino.

    (-_-)

    De alguien que te admira.

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